Francesa desea conocer a la familia de la mujer cuya cara lleva ahora
3 Diciembre 2012, 11:29 AM
Cómo vivir con un trasplante de cara
LONDRES. (BBC Mundo).- Hace siete años la
francesa Isabelle Dinoire se convirtió en la primera persona que recibió
un trasplante facial.
En una entrevista con la BBC describe cómo enfrenta las miradas de los demás y su anhelo de conocer a la familia de la mujer cuya cara ahora lleva.
"Lo más difícil es encontrarme a mí misma nuevamente, como la persona que era, con la cara que tenía antes del accidente. Pero sé que eso no es posible" dice la mujer de 45 años, madre de dos hijos, que vive en el norte de Francia.
"Cuando me miro en el espejo veo una mezcla de dos. La donante siempre está conmigo".
Y después de una pausa agrega: "me salvó la vida".
Dinoire regularmente rechaza pedidos de entrevistas en los medios de comunicación y rara vez accede a que la fotografíen.
Se le ve relajada y segura de sí misma, pero la experiencia traumática ha dejado su marca, física y mentalmente.
Todavía tiene una cicatriz visible que comienza sobre la nariz y va hasta el mentón.
Estas son las suturas que durante 15 horas realizaron los médicos especialistas del Hospital Universitario de Amiens, en el norte de Francia, cuando unieron la cara de la donante a la suya.
Uno de sus ojos está ligeramente inclinado.
En 2005 Dinoire se convirtió en la primer persona sometida a un trasplante facial en el mundo.
Habla con un ligero impedimento y, con una simplicidad que casi alarma, recuerda cómo, en una crisis de depresión en mayo de 2005 tomó una sobredosis de somníferos intentando suicidarse.
Despertó encontrándose en su casa rodeada de un charco de sangre y con su perro labrador a su lado.
El perro aparentemente la había encontrado inconsciente y, desesperado por despertarla, le mordió y arrancó la cara.
"No podía ni siquiera imaginar que lo que estaba allí era mi cara o mi sangre, o que el perro había masticado mi cara" dice.
Las heridas en su boca, nariz y mentón eran tan extremas que los médicos de inmediato descartaron una reconstrucción facial rutinaria. En vez de eso propusieron un trasplante pionero.
"Desde la primera vez que me vi en el espejo después de la operación supe que había sido un éxito. No se veía muy bien debido a los vendajes, pero tenía una nariz, tenía una boca. Era fantástico" explica.
"Pude ver en los ojos de las enfermeras que había sido un éxito".
Isabelle no podía hablar apropiadamente debido a una traqueotomía realizada para la operación. Todo lo que pudo murmurar fue un simple "gracias".
El placer que sintió con su nueva cara, sin embargo, pronto se hizo amargo. No estaba preparada en absoluto para la atención que recibió su caso.
Fue perseguida por los medios de comunicación, acosada por transeúntes y curiosos. Dinoire pasó meses después de la operación encerrada en su casa sin aventurarse a salir.
"Fue intolerable. Vivía en una ciudad pequeña así que todos conocían mi historia. Al principio no fue fácil. Los niños se reían al verme y todos decían: '¡mira es ella, es ella!'". La hacían sentir como un "animal de circo" dice.
Hoy la gente todavía la reconoce en su ciudad pero la atención "no es tan brutal" como antes, explica.
"Con el tiempo me acostumbré a mi propia cara. Así es como me veo, lo que parezco, lo que soy. Si la gente me mira fijamente con insistencia, ya no me importa tanto. Yo también los miro fijamente" afirma con una ligera sonrisa.
Pero ¿ha cambiado su personalidad de la misma forma como cambió su apariencia? "No" responde rápidamente.
"Soy la misma, pero con una cara diferente".
El trasplante más completo hasta ahora fue realizado en marzo de 2012 en el Centro Médico de la Universidad de Maryland.
Según la profesora Sylvie Testelin, una de las cirujanas del equipo que operó a Dinoire en Amiens, no a todos los pacientes con lesiones faciales severas se les ofrece la oportunidad de un trasplante.
En 2005 nadie estaba seguro de los efectos a largo plazo en los pacientes que debían tomar una combinación de medicamentos para el resto de su vida para evitar el rechazo del organismo al nuevo tejido.
Pero en el caso de Dinoire, y de otros dos personas en Francia que han recibido trasplantes exitosos desde entonces, los beneficios han superado a los riesgos.
"Nadie puede imaginar cómo es vivir sin una cara. Ella (Isabelle) sí puede. Pero debemos asegurarnos que la operación es correcta para el paciente" afirma la profesora Testelin.
Algún día Dinoire tendrá que enfrentar la posibilidad de que su organismo sufra un rechazo grave, explica. Y agrega que ella también, como su médica, está preparada para ello. Aunque espera que esto nunca ocurra.
Dinoire es más práctica sobre su futuro. "Me digo a mí misma que todo estará bien. Si tomo mis medicinas todo deberá estar bien".
Por ahora pasa sus días visitando a unos pocos amigos cercanos y paseando a su nuevo perro. Quedó devastada cuando su labrador tuvo que ser sacrificado en 2005.
Todavía tiene crisis de depresión. Dice que constantemente piensa en la mujer muerta cuya cara le fue donada.
Poco después de la operación se puso a buscar en internet los detalles de la donante anónima cuya identidad, como lo establecen las leyes francesas, nunca podrá conocer.
"Cuando me siento triste o deprimida me miro al espejo y pienso en ella. Y me digo a mí misma que no debo rendirme. Ella me da esperanzas".
Y algún día, dice, le gustaría poder conocer a la familia de la mujer para agradecerle por lo que describe como su "donación mágica".
En una entrevista con la BBC describe cómo enfrenta las miradas de los demás y su anhelo de conocer a la familia de la mujer cuya cara ahora lleva.
"Lo más difícil es encontrarme a mí misma nuevamente, como la persona que era, con la cara que tenía antes del accidente. Pero sé que eso no es posible" dice la mujer de 45 años, madre de dos hijos, que vive en el norte de Francia.
"Cuando me miro en el espejo veo una mezcla de dos. La donante siempre está conmigo".
Y después de una pausa agrega: "me salvó la vida".
Dinoire regularmente rechaza pedidos de entrevistas en los medios de comunicación y rara vez accede a que la fotografíen.
Se le ve relajada y segura de sí misma, pero la experiencia traumática ha dejado su marca, física y mentalmente.
Todavía tiene una cicatriz visible que comienza sobre la nariz y va hasta el mentón.
Estas son las suturas que durante 15 horas realizaron los médicos especialistas del Hospital Universitario de Amiens, en el norte de Francia, cuando unieron la cara de la donante a la suya.
Uno de sus ojos está ligeramente inclinado.
En 2005 Dinoire se convirtió en la primer persona sometida a un trasplante facial en el mundo.
Habla con un ligero impedimento y, con una simplicidad que casi alarma, recuerda cómo, en una crisis de depresión en mayo de 2005 tomó una sobredosis de somníferos intentando suicidarse.
Despertó encontrándose en su casa rodeada de un charco de sangre y con su perro labrador a su lado.
El perro aparentemente la había encontrado inconsciente y, desesperado por despertarla, le mordió y arrancó la cara.
"No podía ni siquiera imaginar que lo que estaba allí era mi cara o mi sangre, o que el perro había masticado mi cara" dice.
Las heridas en su boca, nariz y mentón eran tan extremas que los médicos de inmediato descartaron una reconstrucción facial rutinaria. En vez de eso propusieron un trasplante pionero.
"Desde la primera vez que me vi en el espejo después de la operación supe que había sido un éxito. No se veía muy bien debido a los vendajes, pero tenía una nariz, tenía una boca. Era fantástico" explica.
"Pude ver en los ojos de las enfermeras que había sido un éxito".
Isabelle no podía hablar apropiadamente debido a una traqueotomía realizada para la operación. Todo lo que pudo murmurar fue un simple "gracias".
El placer que sintió con su nueva cara, sin embargo, pronto se hizo amargo. No estaba preparada en absoluto para la atención que recibió su caso.
Fue perseguida por los medios de comunicación, acosada por transeúntes y curiosos. Dinoire pasó meses después de la operación encerrada en su casa sin aventurarse a salir.
"Fue intolerable. Vivía en una ciudad pequeña así que todos conocían mi historia. Al principio no fue fácil. Los niños se reían al verme y todos decían: '¡mira es ella, es ella!'". La hacían sentir como un "animal de circo" dice.
Hoy la gente todavía la reconoce en su ciudad pero la atención "no es tan brutal" como antes, explica.
"Con el tiempo me acostumbré a mi propia cara. Así es como me veo, lo que parezco, lo que soy. Si la gente me mira fijamente con insistencia, ya no me importa tanto. Yo también los miro fijamente" afirma con una ligera sonrisa.
Pero ¿ha cambiado su personalidad de la misma forma como cambió su apariencia? "No" responde rápidamente.
"Soy la misma, pero con una cara diferente".
El trasplante más completo hasta ahora fue realizado en marzo de 2012 en el Centro Médico de la Universidad de Maryland.
Según la profesora Sylvie Testelin, una de las cirujanas del equipo que operó a Dinoire en Amiens, no a todos los pacientes con lesiones faciales severas se les ofrece la oportunidad de un trasplante.
En 2005 nadie estaba seguro de los efectos a largo plazo en los pacientes que debían tomar una combinación de medicamentos para el resto de su vida para evitar el rechazo del organismo al nuevo tejido.
Pero en el caso de Dinoire, y de otros dos personas en Francia que han recibido trasplantes exitosos desde entonces, los beneficios han superado a los riesgos.
"Nadie puede imaginar cómo es vivir sin una cara. Ella (Isabelle) sí puede. Pero debemos asegurarnos que la operación es correcta para el paciente" afirma la profesora Testelin.
Algún día Dinoire tendrá que enfrentar la posibilidad de que su organismo sufra un rechazo grave, explica. Y agrega que ella también, como su médica, está preparada para ello. Aunque espera que esto nunca ocurra.
Dinoire es más práctica sobre su futuro. "Me digo a mí misma que todo estará bien. Si tomo mis medicinas todo deberá estar bien".
Por ahora pasa sus días visitando a unos pocos amigos cercanos y paseando a su nuevo perro. Quedó devastada cuando su labrador tuvo que ser sacrificado en 2005.
Todavía tiene crisis de depresión. Dice que constantemente piensa en la mujer muerta cuya cara le fue donada.
Poco después de la operación se puso a buscar en internet los detalles de la donante anónima cuya identidad, como lo establecen las leyes francesas, nunca podrá conocer.
"Cuando me siento triste o deprimida me miro al espejo y pienso en ella. Y me digo a mí misma que no debo rendirme. Ella me da esperanzas".
Y algún día, dice, le gustaría poder conocer a la familia de la mujer para agradecerle por lo que describe como su "donación mágica".
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